Tras alcanzar su techo productivo en el año 2004, y tras años de crecimiento donde se consolidó su posición exportadora, el sector avícola de puesta ha sufrido un proceso de redimensión, con el fin de adaptar la oferta a la demanda, registrándose descensos en el censo de ponedoras y la producción de huevos desde entonces. El número de explotaciones avícolas de puesta se ha reducido en un porcentaje superior a la producción, lo que ha motivado una cierta concentración de la producción alrededor de los principales núcleos de consumo.
La adaptación del sector a la normativa de bienestar en el año 2012, que en la práctica supuso cambiar todas las jaulas de alojamiento de gallinas, con una inversión requerida superior a los 600 millones de euros, motivó realojar todo el parque de ponedoras en batería (el 90% de a producción nacional), intensificó esta redimensión y ha producido una auténtica reconversión del sector productor, polarizado en dos modelos de producción: por una parte, unas explotaciones industriales de gran dimensión que alojan las gallinas en batería, y por otra un número creciente de pequeñas explotaciones de carácter alternativo
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