Gran parte de la etapa discurre por los pinares de pino rodeno que ocupan el centro de la provincia de Soria y que se extienden por las terrazas fluviales y suelos arenosos hasta el norte del río Duero. En el tramo final, la etapa discurre junto al río para llegar juntos hasta la localidad de Gormaz, situada al pie de su impresionante fortaleza califal, que se eleva en un gran cerro que domina toda la comarca.
Partiendo desde el puente sobre río Andaluz, en la localidad de igual nombre, se toma durante unos metros la carretera SO-102 en dirección sur, hacia la galería de árboles que marcan por dónde está el río.
Antes de llegar al puente romano sobre el río Duero, que bien merece verlo, se gira a la derecha para tomar una pista forestal, conocida como el camino de Andaluz. A la derecha se dejan cientos de sabinas (Juniperus thurifera), que crecen en las ásperas y empinadas laderas calizas que bajan hasta la fértil vega del río Duero, dedicada a la agricultura. Las sabinas, en la zona llamadas enebros, poseen una madera muy olorosa e imputrescible, tradicionalmente usada para hacer muebles de calidad.
En el paisaje se alternan con pinares de pino rodeno, negral o resinero (Pinus pinaster), pudiéndose observar en todos ellos unas enormes cicatrices en sus troncos, resultado de la resinación.
El itinerario continúa y llega hasta el refugio de Canturrial, una pequeña cabaña de piedra con chimenea, alrededor de la cual hay bancos y mesas. Sin duda es un buen lugar para descansar y reponer fuerzas. Los campos de cereal salpicados de plantaciones de girasol junto con el pinar conforman el paisaje típico de la zona. Se continúa el recorrido por una zona más boscosa hasta llegar a la carretera que lleva a Tajuelo, donde el camino gira a la izquierda y, durante unos 300 metros, discurre paralelo a la carretera por un arenoso cortafuego. En ese momento gira de nuevo a la derecha, tomando una vía que se introduce en un denso pinar.
Unos metros más adelante aparece un área recreativa dotada de numerosas mesas, barbacoas, una fuente y un refugio. Una nueva oportunidad para hacer otro alto en el camino.
La ruta continúa por el pinar que, como los de toda esta zona, crece sobre arenas de origen aluvial, producidas por los arrastres de los ríos. Este tipo de suelo limita mucho la flora existente, debido a que pocas especies son capaces de vivir sobre estos terrenos arenosos, como también es el caso de la jara pringosa (Cistus ladanifer).
En algunos pinos es posible observar una especie bolas de acículas, son las escobas de bruja, producidas por un hongo que hace que las células de los árboles se reproduzcan a mayor velocidad, causando sobredesarrollo del sistema acicular.
A la salida del pinar aparece, junto al camino y en el límite con las tierras agrícolas, un enorme ejemplar de pino piñonero (Pinus pinea) que merece la pena contemplar.
El camino llega hasta las proximidades de Bayubas de Abajo, donde sigue la carretera en los últimos metros antes de llegar al pueblo. La ruta atraviesa la localidad y sale por su parte sur, siguiendo el curso del río Bayubas. El paisaje en este tramo es un verdadero mosaico formado por tierras de labor, choperas (Populus sp.) de producción y terrenos forestales donde se mezclan sabinas, pinos negrales y jaras pringosas.
Cruzado el río Bayubas y avanzando de forma paralela a su curso, el itinerario llega a una bifurcación, punto donde toma el camino de la derecha. No muy lejos, en un pequeño bosquete de pinos, se encuentra el área recreativa del Canterillo, donde se dispone de barbacoas, mesas y una fuente. Las sabinas y las jaras poco a poco van dominando el paisaje.
El recorrido llega hasta la carretera SO-116, la cual se cruza con precaución y se continúa por la vía forestal de Roza de la Aguilera, que se interna en el pequeño desfiladero de La Hoz, flanqueado por cortados calizos donde la sabina es la única especie capaz de sobrevivir en este suelo tan pedregoso.
Al otro lado existen varias tenadas y apriscos, sitios donde se recogían los rebaños por la noche, en estado ruinoso, testigos mudos del abandono de las prácticas ganaderas tradicionales.
El camino atraviesa un zona de pinos negrales, pudiéndose observar en algún árbol seco los agujeros que hace el pico picapinos (Dendrocopos major) en busca de alimento y refugio.
Al llegar a una chopera de producción se gira a la derecha, haciendo un ángulo recto, para entrar de nuevo en el pinar por el denominado camino a Berlanga de Duero. Se pasa por una zona donde la densidad de pinos es muy escasa, con ejemplares de gran tamaño y mucho matorral de jara, resultado de un aprovechamiento de madera, donde se han dejado los mejores y más grandes pies para que repueblen de nuevo la zona, los llamados ‘árboles padre’.
Más adelante el camino gira de forma brusca a la izquierda y continúa por la zona con pocos pinos, mientras que el sendero GR-86, que compartía este tramo de recorrido, sigue recto.
Las revueltas en el camino se suceden a través del pinar, antiguamente resinado. Durante un tramo discurre paralelo a una vía férrea en desuso, con vegetación invadiendo la vía, que más adelante se debe cruzar, para salir del pinar y entrar en terreno dedicado a la agricultura.
El último tramo se realiza con la bella imagen de la silueta de la fortaleza califal de Gormaz en el horizonte, situada sobre un gran promontorio desde donde se domina todo el territorio circundante. Esta referencia sirve para calcular la distancia restante hasta el final de etapa.
En esta zona no será difícil observar corzos (Capreolus capreolus) o jabalíes (Sus scrofa), que aprovechan el bosque como refugio y abrigo, y los terrenos de labor para alimentarse.
El recorrido atraviesa los campos para volver junto a un viejo conocido, el río Duero, cuyas riberas con multitud de especies arbóreas, arbustivas y acuáticas, han sido declaradas Lugar de Interés Comunitario y Zonas Especiales de Conservación dentro de la Red Natura 2000. La ruta gira a la derecha para tomar rumbo hacia Gormaz, siguiendo el curso del río.
En la mitad de un meandro el camino se separa del río, gira a la derecha y se introduce entre cultivos de regadío y secano hasta unas granjas, punto donde se gira a la izquierda para caminar entre monte de sabina y terrenos de labor, con la fortaleza enfrente. El recorrido sigue hasta llegar al área recreativa de Fuentes Grandes que, situada junto al río Duero y con numerosas mesas y bancos y suelo empradizado, es un magnífico lugar donde detenerse un instante para contemplar el río y beber del agua del manantial que brota en el suelo.
A escasamente 1,5 kilómetros se encuentra la pequeña población de Gormaz, situada bajo la atenta mirada de las ruinas de la fortaleza califal y punto final de la etapa.
El hombre lleva aprovechando desde muy antiguo la resina o miera, como se denomina una vez que ha salido del árbol, que se obtiene de los pinos, principalmente del pino negral o resinero, apareciendo referencias a su uso incluso en la Biblia.
La resina se usaba, entre otras cosas, para el calafateo (impermeabilización) de los barcos o de pellejos que contenían líquidos, como las botas de vino. Por su destilación se obtiene el aguarrás (trementina) y la colofonia, utilizada en perfumería y en la composición de ungüentos, colas de pegar y, por ejemplo, en la composición de la goma de mascar.
Originariamente, se extraía la miera de los tocones o trozos de madera por medio de una combustión sin llama, en un proceso parecido al de la obtención del carbón vegetal, en pegueras u hornos de resina. Sin embargo, a partir de la mitad del siglo XIX comenzó a extraerse directamente del árbol vivo por medio de la realización de heridas que “sangraban” resina, sin causar la muerte del árbol. Esta resina se recogía mediante potes, parecidos a macetas, que todavía hoy pueden verse por nuestros montes y que han pasado a ser elementos de decoración de muchas casas.
La resina fue fuente importantísima de ingresos y mano de obra hasta la década de los años 60-70, que dejó de ser rentable con la aparición de productos importados y la expansión de productos químicos artificiales, teniendo en la actualidad un carácter meramente testimonial o etnográfico.
La resinación ha marcado el paisaje de gran parte de la comarca, al verse favorecido el pino resinero y aparecer éstos con las características heridas a lo largo de sus troncos, que en la actualidad persisten con los bordes en proceso de cicatrización.
La fortaleza califal de Gormaz está situada en el cerro de planta alargada, atalaya natural, que puede verse desde gran distancia en la llanura soriana. Declarada Monumento Nacional en 1931, es uno de los más los grandes exponentes de la reconquista de la frontera del Duero.
La fortaleza fue mandada construir entre los años 956 a 966 sobre los restos de un anterior castillo.
Fue, en el siglo X, origen y bastión de numerosas razias o ataques de las tropas musulmanas sobre las tierras cristianas del norte del Duero. Su aspecto imponente suponía una amenaza constante para las poblaciones cristianas que trataban de asentarse en la zona.
El bastión está construido, casi en su totalidad, por sillares labrados; y cuenta con dos zonas diferenciadas, separadas por un foso: el alcázar y el recinto amurallado.
El recinto amurallado tiene aproximadamente 1.200 metros de perímetro, con lienzos de 10 metros de altura y cuenta con 26 torres, la mayoría rectangulares y, las de la muralla, macizas hasta el primer piso. Era el lugar donde se asentaba la tropa, las caballerizas, los almacenes y una alberca para el agua de grandes dimensiones excavada en la roca.
En el 975 el conde Garci Fernández, aliado con Sancho de Pamplona y Ramiro III de León, fue incapaz de tomar el castillo tras un largo asedio y sufrió una humillante derrota al ser atacado por el ejército de Galib que llegó al rescate. Sin embargo, entre 978 y 981 se consiguió apoderar de Gormaz, aunque volvió a ser recuperado por Almanzor en 983. Hubo que esperar hasta 1060 para que fuera arrebatado definitivamente para los cristianos por Fernando I, Conde de Castilla.
Un paseo por las calles y alrededores del pequeño pueblo de Gormaz permite descubrir algunos pequeños tesoros.Sobre el río Duero hay un puente romano de diez ojos, lugar por donde seguro debió pasar en más de una ocasión El Cid Campeador.
A las afueras de la población se encuentra la ermita románica de San Miguel, declarada Bien de Interés Cultural (BIC), datada de finales del s. XI o principios del s. XII. Lo más destacable de su interior son los restos de pintura que se reparten por la bóveda y muros del ábside; y, entre las escenas representadas, pueden verse dos ejércitos de caballeros enfrentándose. Asimismo de este santuario es la pila bautismal, una pieza en caliza de forma prismática cuadrangular, con una cavidad en forma de cruz y fondo cóncavo, que hoy se encuentra en la parroquia.
En el lugar también se encontró una lápida conmemorativa de la construcción de la fortaleza califal, donde se podía leer: En el nombre de Dios Clemente y Misericordioso. Dios bendiga a Mahoma, el Sello de los Profetas. Mandó el siervo de Dios, al-Hakam, al-Mustansir billah, Príncipe de los Creyentes ¡Dios alargue su permanencia!