A medida que se va dejando atrás la localidad de Almazán el recorrido se va adentrando en el característico paisaje de la ribera del Duero, un mosaico compuesto por fincas agrícolas, pinares de pino negral, encinares y la inconfundible silueta del río Duero, definida por los altos chopos que crecen en sus orillas. No será difícil encontrar a lo largo del paseo bellos miradores sobre el río y los campos que lo rodean.
Situada a las orillas del río Duero, la villa de Almazán es la segunda población de la provincia de Soria por su cifra de habitantes y vitalidad económica. Centro de una fértil comarca a orillas del Duero, es conocida por el conjunto artístico románico que alberga, con muestras tan sobresalientes como la Iglesia de San Miguel, el antiguo Convento de la Merced y el Palacio de los Hurtado de Mendoza, declarados Bienes de Interés Cultural; el recinto amurallado, que incluye la Puerta de Herreros, la Puerta del Mercado y la Puerta de la Villa; y la Plaza Mayor. Además del conjunto arquitectónico, los márgenes del río y parques ofrecen gran atractivo, siendo la Ronda del Duero y el Parque de la Arboleda lugares de ocio y paseo de los vecinos de la localidad.
La etapa comienza en el margen enfrente al parque de la Arboleda y el complejo deportivo municipal, al final del recinto amurallado de la localidad. Una pasarela peatonal permite atravesar el río Duero y acceder al parque de la Arboleda. Bajo las copas del frondoso arbolado del parque se deja atrás Almazán por el camino de Centera de Andaluz.
El camino de Centenera, inicialmente asfaltado, es un amplio y cómodo camino agrícola que permite hacer el recorrido con poco esfuerzo.
Durante toda la etapa se transitará por el Lugar de Interés Comunitario (LIC) y Zona Especial de Conservación (ZEC) “Río Duero y afluentes”, dentro de la Red Natura 2000. Los chopos negros (Populus nigra), fresnos (Fraxinus angustifolia) y sauces blancos (Salix alba) que se alinean en las orillas del río Duero, así como la orla espinosa formada principalmente por espinos negros (Crataegus monogyna), endrinos (Prunus spinosa), zarzamoras (Rubus ulmifolius) y rosas silvestres (Rosa pouzinii, R. canina), motivaron su declaración.
Continuando el recorrido, tras dejar atrás varias naves ganaderas y poco antes de llegar a un pinar de pino rodeno o negral (Pinus pinaster), fácilmente identificable por la forma tortuosa de sus troncos y el oscuro color de su corteza, el camino se bifurca, debiéndose seguir por el camino principal, el de la derecha.
Un habitante frecuente de estos pinares es el azor común (Accipiter gentilis), un ave rapaz forestal que controla todo lo que sucede a su alrededor. Es un animal muy discreto y pasa fácilmente desapercibido, aunque deja un rastro inconfundible: los desplumaderos. Estos son los lugares donde se alimenta y es fácil encontrar las plumas de sus presas: palomas (Columba sp.), zorzales (Turdus sp.) o urracas (Pica pica).
Después de atravesar el pinar, el camino continúa por terrenos de vega, y se va acercando a una alineación de chopos y fresnos hasta confluir en un meandro del río Duero. En este lugar aparece una bifurcación, donde la señalización indica que se debe seguir por la izquierda, conduciendo el desvío de la derecha a Matute de Almazán. El camino asciende ligeramente y continúa paralelo al curso del río. Las vistas sobre el Duero son magníficas, sus aguas reposadas descienden flanqueadas por la vegetación riparia, existiendo en una curva del camino un pequeño saliente del terreno que, a modo de mirador natural, permite disfrutar del pausado avance del río.
Desde este punto el camino de Centenera de Andaluz continúa ahora por un terreno más árido, dominado por las fincas de labor agrícola, como el girasol, el trigo o la cebada, dando vista, a la derecha, al pequeño pueblo de Matute de Almazán. Tras dejar atrás un primer cruce, se debe girar en el siguiente a la izquierda, para ir de nuevo en busca del río Duero, pasando junto a una tenada de adobe y un pequeño bosquete de pinos.
Junto al río, las choperas de producción, cuyos árboles se disponen en perfecta alineación y aprovechan la proximidad de la capa freática y el frescor del río para crecer rápidamente, son los nuevos compañeros de viaje.
El recorrido vuelve a reencontrarse, en un pequeño puente, con el camino de Centenera de Andaluz. Después de cruzar el puente el camino se bifurca, tomando el situado más a la izquierda, bordeando una pequeña chopera y señalizado por una flecha direccional.
De nuevo el recorrido se adentra entre tierras de labor, con vistas a pequeños bosquecillos de pino negral, encina (Quercus ilex) y al bosque de ribera del Duero. Este es un lugar idóneo que eligen para vivir muchas especies de aves. En las fincas de cereal la codorniz (Coturnix coturnix) hace en el suelo sus nidos; alondras comunes (Alauda arvensis), calandrias comunes (Melanocorypha calandra) y cogujadas (Galerida cristata), corretean por estas tierras en busca de insectos y semillas; mientras que en los majanos de piedra las collalbas grises (Oenanthe oenanthe) encuentran unos magníficos posaderos.
La ruta continúa por el mismo camino sin tomar ninguno de los desvíos que surgen a los lados. En el paisaje se alternan encinas, pinos y campos de labor, el característico paisaje castellano a lo largo del valle del Duero. Antes de llegar a Centenera de Andaluz el camino gira a la derecha para tomar rumbo norte y entre huertas alcanzar esta pequeña localidad, que todavía conserva el sabor de su rico pasado.
A la salida de la población existe un pequeño lavadero y una fuente de cristalinas aguas, que serán bien acogidas en los calurosos días de verano para refrescarse.
La ruta sale hacia el suroeste hasta alcanzar una primera bifurcación, donde se gira hacia la derecha (oeste), entre campos de labor. A unos 800 metros el camino vuelve a ramificarse, tomando en esta ocasión el que parte hacia la izquierda, de nuevo dirección suroeste. En el horizonte se alternan encinas, cultivos de cereal y las primeras fincas de regadío, donde en los últimos años se cultiva esparceta.
El camino termina en un cruce donde una señal indica que se debe seguir hacia la derecha, en dirección al pago de La Cerradilla, lugar donde el río Duero ha ido socavando una ladera arcillosa, creando un gran barranco de fuerte pendiente.
Las tierras rojizas contrastan con los diferentes verdes y grises de la vegetación que acompaña al río. Al fondo se adivina la localidad de Andaluz, final de la etapa y situada a la salida de La Hoz, un pequeño desfiladero calcáreo. Un suave descenso conduce hasta la localidad, donde destaca la iglesia de origen románico de San Miguel Arcángel.
Situado en la frontera del Duero en la época de la Reconquista, Almazán fue fortificada durante el siglo X por el califa cordobés Abderramán III, que tenía instalado su cuartel general en la cercana población de Medinaceli.
En el 1098 la villa pasa a manos de rey aragonés Alfonso VI, quien le otorga fueros y leyes. En 1121, como consecuencia del concilio de Burgos, Almazán pasó a depender del Obispado de Sigüenza.
Numerosos enfrentamientos entre castellanos y aragoneses, así como el progresivo avance de la frontera cristiana, produjo una gran merma en la población de esta zona del Duero. Ello supuso que, a finales del siglo XIII y a principios del XIV, la vecindad de Almazán hubiese quedado tan menguada por las importantes migraciones hacia las tierras más ricas del sur, que se tuvieron que demandar a los reyes privilegios y dispensas que propiciasen y favoreciesen el aumento de población.
En 1375 se firmaron en Almazán las paces entre Castilla y Aragón. Una de las principales condiciones de este acuerdo fue el concierto de matrimonio entre la infanta Leonor, hija del rey aragonés, con el infante Don Juan de Castilla, lo que supuso el primer paso hacia la futura unión de los dos reinos.
Situado en la frontera del Duero, Andaluz fue un lugar estratégico en la alta Edad Media, protagonista de numerosas escaramuzas con los musulmanes.
Su nombre tiene origen en la Reconquista, cuando mozárabes andaluces repoblaron estas tierras. El Fuero de Andaluz, otorgado en 1089 en Burgos por el conde Gonzalo Núñez de Lara, bajo el reinado de Alfonso VI, es anterior a los de Soria y Medinaceli, ocupando un puesto de cabecera entre los fueros castellanos. Esta prerrogativa regulaba el gobierno de la Villa y Tierra de Andaluz, fijaba penas y establecía derechos públicos y privados, sentando las bases de la vida sometida a normas.
La iglesia de San Miguel Arcángel fue construida en el siglo XII, en una sola nave y con un ábside semicircular, siendo añadida en el siglo XIII la galería porticada. Del edificio medieval se conserva la portada de la fachada sur y los arranques de los muros de la nave, así como la galería. Ésta fue modificada posteriormente, donde destacan las decoraciones escultóricas de los capitales y de la portada. En los siglos XVI y XVII fue reformada de nuevo hasta alcanzar el aspecto actual: más alta, el ábside en forma de cabecera de planta rectangular, y con la torre y la sacristía adosadas.