Esta etapa discurre por la comarca de Tierras de Almazán, caracterizada por la alternancia entre el constante verdor de los pinares, con un intenso pasado resinero, y el cambiante paisaje cerealista, con cambiantes tonalidades a lo largo del año. En otoño e invierno presenta los marrones tonos de la tierra, el verde en primavera y el amarillo cuando el calor estival agosta los trigos y cebadas.
El inicio de la etapa se realiza por la poco frecuentada carretera que desde Cubo de la Solana lleva a Ituero. La ruta toma el primer camino que se encuentra a la izquierda y continúa por él, en un suave ascenso hacia el alto del Pecho, donde crecen unos pequeños bosquetes de pino negral (Pinus pinaster).
La ruta discurre por un cómodo camino que permite avanzar sin problemas por la llanura cerealista. Las ruinas de algunas tenadas, los bosquetes de pino negral o de chopo negro (Populus nigra), localizados entorno a pequeños manantiales, dan la nota de color al paisaje.
Más adelante el itinerario, al atravesar un bosquecillo de pino negral, gira a la derecha y cambia la dirección hacia el oeste. Al fondo se intuye el río Duero, fácilmente reconocible por la alineación de árboles que conforman su bosque de ribera.
El recorrido llega hasta una carretera, la que une Cubo de la Solana con Almazán, que se debe tomar durante algo más de 1,5 kilómetros. En ese momento, se gira a la izquierda y rápidamente se llega hasta un puente sobre un meandro del río Duero, que regala una bonita estampa de sus aguas, siempre escoltadas por su vegetación de ribera. Además aparecen las choperas de producción, cuya madera es utilizada para elaborar papel, cajas de fruta, estacas o palillos.
Siguiendo un poco más adelante se pasa sobre el canal de Almazán, que transporta agua para regar buena parte de las tierras de la margen izquierda del río Duero a su paso por la localidad del mismo nombre.
El recorrido gira a la derecha en el primer camino que se encuentra, dando vista al alto de Torrejalba, en cuya parte más alta se encuentran los restos de una atalaya de origen islámico que tenía como objetivo controlar el valle del Duero, territorio que durante muchos años fue fronterizo entre cristianos y musulmanes.
Un poco más adelante se pasa junto a una gran chopera donde buscan frescor, en los días de calor, las ovejas y carneros que pacen en la zona. Bajo la atenta mirada de la atalaya de Torrejalba continúa el recorrido junto al canal de Almazán, por la falda del cerro, cubierto de encinas y pinos. A medida que avanza, el camino se adentra en un valle más cerrado por donde se abre paso el río Duero, alternándose en el paisaje las fincas de labor con extensos bosques mediterráneos.
Un puente sobre el canal de Almazán permite acercarse hasta el río Duero, que en un meandro se une con el camino regalando una bonita estampa fluvial.
El Camino llega hasta la pequeña localidad de Valdespina, situada entre pequeñas laderas cubiertas de arbolado. A partir de aquí, y durante casi 6 kilómetros, el recorrido se realiza por la carretera que lleva a Viana de Duero. Al principio la carretera asciende serpenteando entre encinas (Quercus ilex), pinos negrales y rebollos (Quercus pyrenaica); y al llegar a la llanura una larga recta lleva hasta Viana de Duero. En el horizonte se contemplan dos torres o atalayas de vigilancia situadas sobre dos cerros que se levantan sobre el territorio circundante.
Al dejar atrás el caserío de Viana de Duero, el cual se bordea sin llegar a entrar en él, se toma el camino que sale por la derecha y que pasa junto a la fuente de Las Adobares, situada entre juncos, que aprovechan la humedad existente para medrar. El camino, agrícola y de buen firme, avanza entre terrenos agrícolas y bosquetes de pino y encina, en dirección a Almazán, aunque antes da un pequeño rodeo para visitar el pequeño pueblo de Baniel, que se encuentra prácticamente abandonado.
El último tramo antes de llegar Almazán vuelve a discurrir entre fincas,pasando junto a la planta de cogeneración de purines que aprovecha los residuos del ganado porcino para producir energía eléctrica.
El itinerario, antes de alcanzar un nudo de comunicaciones, llega hasta la carretera autonómica CL-101, la cual toma, para entrar en Almazán. Mientras se avanza, con mucha precaución por el tráfico existente, por el polígono industrial, una indicación señala que se debe abandonar la carretera para ir por una calle más tranquila.
La ruta entra en Almazán por su parte norte llevando hasta el Parque de las Islas, en las márgenes del río Duero. En este parque existe una laguna artificial donde se pasean coquetos cisnes y un gran bando de azulones.
El agradable paseo conduce hasta el puente medieval del siglo XII, construido en sillería y situado en el centro de la villa. Continúa por el mismo margen del río, observando de vez en cuando la muralla que cerraba la localidad, hasta llegar al final de la etapa, situado junto al parque de la Arboleda, un magnífico lugar donde poder descansar.
El valor militar de las atalayas (palabra de origen árabe que designa a la persona encargada de la vigilancia) como punto de resistencia militar era nulo, pero su importancia como ingenioso sistema de comunicaciones muy grande. Las atalayas tenían una guardia permanente y los avisos se daban, si era de noche mediante fuegos que se encendían en la zona aterrazada de la torre, y si era de día mediante humo.
Las atalayas son construcciones de vigilancia, por lo que deben estar situadas en zonas con un gran campo visual y si es posible de difícil acceso. Se buscaba el ahorro de materiales, por lo que comúnmente son circulares con un diámetro insuficiente para habitarse. Las torres por su lado están situadas en centros de explotación, con la misión de proteger a la población, por ello la configuración de la planta es cuadrada o rectangular, con el fin de obtener un espacio habitable. Tenían que estar abastecidas de agua, ya que daban cobijo a la población.
La relación de esta comarca con las ovejas viene desde antiguo, siendo especialmente intensa durante la existencia de la Mesta.
La oveja ojalada o churra soriana, que debe su nombre a la pigmentación que presenta alrededor del ojo, siendo la punta de las orejas y morro también de color negro, ha sido la raza más utilizada en buena parte de estas comarcas por su rusticidad, sobriedad y capacidad de adaptación a medios difíciles. Aunque en la actualidad se encuentra en peligro de extinción por haber sido sustituida por otras razas.
El objetivo principal de su cría ha sido la producción de carne, incluida en la Indicación Geográfica Protegida (I.G.P.), "Lechazo de Castilla y León". Posee además una destacada capacidad para la producción de leche, que sumado a su gran instinto maternal, le permite criar sin problemas sus corderos, a pesar del difícil medio en que se explotan.