La comarca de Las Villuercas toma su nombre de la sierra que la rodea. Entre los valles del Tajo y del Guadiana, esta comarca es especialmente famosa por su singularidad geológica que genera otras particularidades, tanto hidrológicas como botánicas.
Este camino natural, que sirve de unión entre los Caminos Naturales Vía Verde Vegas del Guadiana y Vía Verde de La Jara, permite descubrir el interesante patrimonio tanto natural (La Lorera de la Trucha, el Corredor Ecológico y de Biodiversidad " Río Guadalupejo " o la ZEPA de la Sierra de Las Villuercas), como histórico-artístico (monasterio de Guadalupe - Patrimonio de la Humanidad - o la mayor concentración de pinturas rupestres de Extremadura) de Las Villuercas.
El camino, de casi 70 km, se encuentra dividido en seis etapas (cinco etapas entre las estaciones de Logrosán y Santa Quiteria y un ramal para llegar a Guadalupe). El Camino está bien señalizado en toda su extensión, pero hay que tener precaución, ya que gran parte del recorrido es de uso compartido con vehículos de motor; además no abundan las fuentes durante el recorrido, por lo que es importante aprovisionarse bien de agua en las poblaciones por las que pasa.
La ruta parte de la abandonada estación de Logrosán, testigo del malogrado proyecto del ferrocarril de Talavera de la Reina a Villanueva de la Serena, que nunca llegó a completarse. Para descubrir más detalles de este ambicioso proyecto, se puede tomar desde este mismo punto el Camino Natural Vía Verde Vegas del Guadiana, que discurre sobre la plataforma que antes ocupara la vía férrea hasta la estación de Villanueva.
La cercana villa de Logrosán ha estado ligada desde la antigüedad a la minería, situándose la población en la falda del cerro de san Cristóbal (en cuya cima pueden encontrarse restos de antiguos asentamientos humanos) de donde se extraía casiterita. Aún pueden verse restos de las infraestructuras mineras e incluso la mina de la Costanaza es visitable.
Dejando atrás la estación, se transita por un firme de grava, por caminos rurales compartidos con vehículos. Acompañado de jarales (Cistus ladanifer), zarzas (Rubus ulmifolius), retamas (Retama sphaerocarpa) y algún solitario rebollo (Quercus pyrenaica), y muros y vallas que delimitan huertos, olivares (Olea europaea) y dehesas de encina (Quercus ilex), se van pasando distintos cruces con otros caminos rurales y con la carretera de Logrosán a Berzocana. De tanto en tanto, se vuelve a apreciar la plataforma de la vía férrea, ya sea circulando algún tramo sobre ella, o pasando junto a su talud.
Se llega hasta el borde de la carretera, donde una señal indica un desvío por un camino a la izquierda de una cementera que lleva hasta el apeadero de Cañamero. Tras cruzar otra carretera junto a la que hay una pequeña área de descanso, se pasa sobre la EX-102 mediante una pasarela de metal.
Al otro lado de la carretera, el Camino se estrecha durante un tramo de fuerte pendiente para volver a utilizar los caminos de acceso a las fincas hasta llegar a la ermita de santa Ana, junto a la que hay una fuente, ya a la entrada de Cañamero.
Esta etapa termina tras haber cruzado Cañamero (población con gran patrimonio histórico, como se verá en la etapa siguiente) siempre cuesta arriba y pasando por delante del ayuntamiento y de la iglesia de santo Domingo de Guzmán. Desde este punto, se tienen unas espectaculares vistas de ambos lados de la sierra del Pimpollar, sobre la que se asienta la población.
Al poco de comenzar a caminar, un desvío permite ascender al castillo de Alchanat, situado en uno de los peñones que dominan el pueblo. De esta antigua fortaleza árabe (Al-Chanat) apenas quedan restos de los cimientos. Tras un suave descenso por un camino de tierra (compartido con vehículos) entre pinos (Pinus pinea) y eucaliptos (Eucalyptus globulus), se llega a un área de descanso en el collado de la Escarihuela. El Camino continúa ladera abajo, pero desde aquí otro desvío permite seguir conociendo la historia de Cañamero. Se puede visitar el conjunto arqueológico de “El Mirador”, donde está situado un dolmen del período calcolítico llamado “de la Brujera”, debido a la tradición villuerquina de brujas blancas, como atestiguan otros topónimos de la zona; también se puede llegar al Risco de las Osas, que conserva una interesante muestra de arte rupestre.
El Camino desciende en zigzag por la ladera de la sierra del Pimpollar, en pendiente algo más acusada y con una talanquera de madera que protege al viajero de la caída. En uno de los giros, un banco permite descansar a la vez que admirar el desfiladero de Las Villuercas, excavado por el río Ruecas, que nace junto al pico que da nombre a la comarca, de 1.601 m. Ya en el valle del Ruecas el Camino se acerca, tras cruzar el río, a la ermita de Nuestra Señora de Belén. Remontando el valle, se llega hasta el collado de Martín Blasco, pasando por debajo de la carretera EX-116 y continuando hasta el área de descanso del balcón de Puertollano, impresionante mirador de la sierra de Puertollano, y desde donde se puede tomar un desvío para descender a la estación de Berzocana, visible desde este mismo punto. El paisaje de la sierra está dominado por jarales, helechos (Pteridium aquilinum) y pinos de repoblación, ya que sufrió un gran incendio en 2005 que acabó con 9.000 ha de vegetación. Tras unos kilómetros por la parte más alta de la sierra, el Camino comienza a descender hasta el río Silvadillo, que se cruza por una pasarela de madera. En el descenso, entre el paisaje de pinos repoblados empiezan a aparecer algunos pastizales y dehesas de encinas.
El camino continúa sin muchas variaciones ni en el trazado ni en el paisaje, hasta el área de descanso del Collado de Gaitanejos, fin de esta etapa, y desde donde se puede seguir el camino hacia Alía o tomar el ramal que lleva a Guadalupe.
Desde el área de descanso, el Camino comienza con un ascenso suave pero continuo entre dehesas de encinas y de alcornoques (Quercus suber), entre los que se cuelan algunos castaños (Castanea sativa) y madroños (Arbutus unedo). Antes de bajar al valle del río Guadalupejo, se empiezan a ver también algunos olivares y al frente se puede disfrutar de una buena panorámica de la población de Guadalupe y su impresionante viaducto, que se construyó para el inconcluso ferrocarril a Villanueva de la Serena. La ruta desciende hasta la rotonda donde confluyen las carreteras EX-380 y EX-102; tras sortear esta última, bordear la rotonda y cruzar la carretera de Navalmoral, el Camino continúa entre el río y la carretera de Guadalupe.
Pasando al otro lado de la carretera, un desvío permite acceder a la ruta de las ermitas. Se vuelve a cruzar al otro lado de la carretera junto a las ruinas de un molino. En un pequeño tramo antes de volver al otro lado de la carretera, la vegetación de ribera ha cubierto parte del camino, por lo que hay que tener cuidado con las zarzas y ortigas; la cercanía al río permite disfrutar del típico bosque de galería de los valles de Las Villuercas: zarza, torvisco (Daphne gnidium), saúco rojo (Sambucus racemosa), sauces (Salix sp.), mostajo (Sorbus torminalis), ruscos (Ruscus aculeatus), chopos (Populus sp.), arce de Montpellier (Acer monspessulanum), olmo (Ulmus minor) y algún fresno (Fraxinus angustifolia).
Tras cruzar de nuevo la carretera, el Camino prosigue junto al río; si el viaducto parecía impresionante desde la lejanía, no menos impresionante es pasar bajo él, junto a una de las enormes columnas que lo sustentan. Se llega después al área de descanso del arco viejo. Cruzando el río por un viejo puente de piedra, y pasando por última vez al otro lado de la carretera de Guadalupe, comienza un ascenso con fuerte pendiente entre los huertos y olivares de los guadalupenses.
La etapa termina justo a la entrada de Guadalupe, población que creció en torno al Real Monasterio de Guadalupe, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Aparte de visitar el monasterio, merece la pena pasear por las callejuelas de la población y descubrir los arcos medievales (restos de las antiguas murallas) o la antigua judería y sus casas de típicos soportales de madera y balcones floridos.
Desde el área de descanso se continúa en dirección a Alía por un paisaje dominado por pastizales y dehesas de encinas, acompañados de jaras y retamas. Se llega hasta el río Guadalupejo, junto al que hay un área de descanso (Molino del Guadalupejo) con un panel que informa sobre la importancia del río para los pueblos de la zona, como atestiguan los numerosos molinos en sus márgenes. De hecho, tras cruzar el río por una pasarela de madera, se puede tomar un desvío a la Ruta de los Molinos, un camino de ida y vuelta de 15 kilómetros durante los cuales se pasa junto a algunos de esos molinos y los canales de abastecimiento de agua para los mismos.
La ruta prosigue hasta el fin de etapa en Alía por el mismo firme de tierra y grava con vallado de madera que acompaña desde el principio, cruzando con caminos rurales y pasando sobre algún arroyo. Esta etapa finaliza a las afueras de Alía, una población de origen árabe, tal y como demuestra la típica arquitectura mudéjar de sus calles y edificios, como es el caso de la iglesia de santa Catalina, cerca de un área de descanso.
Esta etapa se adentra en Alía hasta llegar a plaza de España, abandonando la población hacia el este hasta cruzar la carretera EX-102. Desde aquí continúa el camino hacia el noroeste por una pista de zahorra gris (compartida con vehículos a motor) de uso principalmente agrario que discurre por zonas de dehesa abierta de encinas hasta volver a encontrarse con la misma carretera unos 5 km más adelante. Tras cruzarla, el Camino Natural discurre en paralelo a la carretera por una zona de preciosas vistas hasta llegar al río Guadarranque en el estrecho de la Peña.
El camino sigue paralelo a la carretera y al río, hasta que, tras un área de descanso, se cruza por una pasarela de madera, desde la que se pueden ver los restos de los antiguos puentes sobre el río Guadarranque y Guadarranquejo, cuya historia se cuenta en un panel una vez cruzada la pasarela. Tras atravesar otra pasarela de madera, un panel avisa del desvío para llegar al Espacio Natural Protegido de la Lorera de la Trucha.
El camino comienza un continuo ascenso, sin alejarse demasiado de la carretera EX-102, pasando sobre un arroyo y junto a la Fuente del Cordel de Merinas (como la anterior, sin control sanitario) hasta llegar a cruzarla. Tras una fuerte bajada, comienza un duro ascenso por la sierra de Altamira hasta llegar a Puerto de San Vicente, entre pinos y eucaliptos y el típico matorral mediterráneo acompañante: jara, retamas, tomillo (Thymus communis), durillo (Viburnum tinus), espino (Crataegus monogyna), torvisco, escaramujo (Rosa canina), brezo blanco (Erica arborea), olivilla (Phillyrea angustifolia), etc. Merece la pena hacer un alto en el camino en el área de descanso del Cielo de Altamira, donde se puede disfrutar de unas impresionantes vistas de la sierra y el valle que acaba de remontarse.
Una vez alcanzado el puerto, la carretera se cruza, ya en Toledo, por una pasarela metálica. Esta etapa termina a la entrada de la población de Puerto de San Vicente, en un área de descanso con una fuente.
El Camino apenas entra en el pueblo. Pasa junto a la piscina y a las instalaciones deportivas y desciende por un camino asfaltado (hay que tener cuidado, puesto que es compartido por los vehículos que acceden a las fincas) del que van partiendo otros caminos de tierra, aunque la buena señalización hace que resulte fácil orientarse. La vegetación que acompaña vuelve a estar dominada por dehesas de encinas, y jaras en el borde del camino. Durante el trayecto se puede descansar y tomar agua en las mesas junto a la fuente de la Dehesa.
Tras pasar unas lomas, se toma un desvío hacia la derecha, dejando de frente un paso bajo la plataforma del ferrocarril. Un camino de tierra llega hasta el final de esta etapa y del Camino, junto a la estación de Santa Quiteria, donde hay un aparcamiento y un área de descanso. Esta estación también forma parte del inconcluso proyecto del ferrocarril Talavera de la Reina a Villanueva de la Serena, pudiéndose ver la entrada del túnel que atraviesa la sierra de Altamira. Desde aquí, también se puede tomar el Camino Natural Vía Verde de La Jara, que continúa por la plataforma de la vía férrea hasta Calera y Chozas, cerca de Talavera.
La historia del pueblo de Guadalupe está íntimamente ligada a la del monasterio. Este municipio, de alrededor de 2.450 habitantes, empezó a crecer en torno a la primitiva ermita que posteriormente se convertiría en el monasterio. La Puebla de Guadalupe, con casas que se remontan a los siglos XIV a XVI, fue declarada en 1944 conjunto histórico-artístico. Paseando por sus calles, se pueden descubrir un total de cinco arcos medievales, las puertas de la muralla que antiguamente rodeaba el monasterio, fachadas de antiguos hospicios y hospitales del siglo XVI o las típicas casas con soportales de madera, tejados a una o dos aguas, teja árabe y balcones floreados, evocando las antiguas costumbres serranas extremeñas.
Real Monasterio de santa María de GuadalupeLa historia del santuario se remonta al siglo XIII, siendo inicialmente una ermita, a la que sustituyó la denominada segunda iglesia a finales del siglo XIV. En 1337 se funda la Puebla y por orden de Alfonso XI se comienza a construir el monasterio (1340). En 1389 se entrega el santuario a la Orden de San Jerónimo, que se mantuvo en este lugar cuatro siglos, hasta la desamortización de 1835, pasando a la Archidiócesis de Toledo hasta la llegada de la Orden Franciscana en 1908, que es quien rige desde entonces y hasta la actualidad el monasterio y santuario.
El monasterio de Guadalupe es un monumento de notable importancia. Fue el principal monasterio de la Orden Jerónima y es un exponente excepcional de la arquitectura por su diversidad y variedad de estilos (destacan el templo, claustro mudéjar y templete, este último único en el mundo), vinculado a la historia media y moderna de España por su relación con los Reyes Católicos y la evangelización y conquista de América, centro cultural de primer nivel, centro de investigación y enseñanza (escuela de medicina, botica, scriptorium…), talleres de diversa índole (bordados, orfebrería, miniados), biblioteca con un fondo extenso y rico, centro de peregrinación y hospedería.
Se le concede el distintivo “Real” por Alfonso XI en 1340, “Pontificio” por concesión de Pío XII en 1955, “Monumento Nacional” en 1879 y “Patrimonio de la Humanidad” por la UNESCO en 1993. Además la imagen de santa María de Guadalupe ostenta el título de “Reina de las Españas o de la Hispanidad”, otorgado por Alfonso XIII en 1928 y “Patrona de Extremadura” en 1907.
La ruta de la Lorera de la Trucha parte de la etapa entre Alía y Puerto de San Vicente del Camino Natural de Las Villuercas. Tiene una longitud de 14,5 kilómetros, una duración de unas cinco horas y media y una dificultad media-alta.
La garganta de la Trucha, en el municipio de Alía, está situada bajo el cerro Bermejo, entre la sierra de la Palomera y la sierra de Altamira. La Lorera de la Trucha es la mejor formación de loros (Prunus lusitanica subsp. Iusitanica) de España, acompañados de alisos y fresnos que dan sombra al lugar. Los loros son árboles que existían en el Terciario, en una época en la que toda la Península estaba cubierta por bosques de laurisilva de climas más templados, y que hoy en día siguen formando bosquetes en galería en zonas muy puntuales y de características climáticas y edafológicas muy concretas, dando lugar a parajes de gran importancia.
La Lorera fue declarada Árbol Singular de Extremadura en 2004.
- Tramos compartidos con senderistas.
- Tránsito por el centro de algunos núcleos poblacionales.
-Infórmate sobre los aspectos técnicos de la ruta y sobre la meteorología del día.
-Cuida del medio ambiente. Procura no molestar a los animales ni deteriorar la vegetación. Respeta las zonas privadas.
-Debes dar prioridad a los peatones y cumplir con las normas generales de circulación.
-El entorno por el que vas a circular es abierto, de libre circulación y escenario de múltiples actividades (deportivas, forestales, ganaderas y agrícolas). Mantén una actitud comprensiva, prudente, responsable y respetuosa.