Resumen: Hacia 1780 la expansión agraria comenzó a chocar en Cataluña con los límites de una agricultura orgánica mediterránea sometida aún a las detracciones feudales y fiscales del Antiguo Régimen. Los rendimientos decrecientes provocaron el alza de los precios relativos del trigo, y el deterioro de los términos de intercambio del vino, entre 1780 y 1840. La rentabilidad de la especialización vitícola disminuyó drásticamente, aunque la respuesta de las explotaciones agrarias fue diversa. La presión demográfica y los factores ecológicos mantuvieron las plantaciones de vid de los pequeños campesinos en suelos muy pobres, pese a la evolución desfavorable de los precios relativos. Las grandes masías aumentaron en cambio la producción de trigo en las mejores tierras, especialmente en zonas suburbanas. Pero la ampliación de las siembras en el poniente árido leridano provocó en los mercados trigueros interiores un alza de los precios superior al de los mercados litorales abastecidos con importaciones. La reducción del margen entre ambos mercados también detuvo el crecimiento agrario.